Clara Engel | 2015 | Visitors Are Allowed One Kiss

Folk | Singer-songwriter
Foto: Ilyse Krivel
Comentar álbumes como Visitors Are Allowed One Kiss presenta una serie de desafíos. Por ejemplo, su carácter de inclasificable limita la posibilidad de hacer análogos o de siquiera esbozar una idea que revele fielmente su contenido. Sí, es folk, pero no es exactamente eso, y aunque tiene algo de drone y una melancolía bluesera, tampoco es drone ni blues. En este sentido, la dificultad de clasificarlo refleja, de hecho, uno de los encantos más evidentes del trabajo de Clara Engel: su originalidad, una cualidad que obliga a describir su música de manera ad-hoc.
"Apocalíptico" es un adjetivo que suele asociarse a la música de Clara Engel, pero ¿cómo a algo tan hermoso se le podría atribuir una cualidad de este tipo? Si bien es cierto que el sonido de Visitors Are Allowed One Kiss es melancólico y desolado, más que dantesco, es introspectivo. Y a esta bellísima fórmula contribuyen de forma idónea, por una parte, su espíritu decididamente minimalista en el trabajo instrumental –presidido por la guitarra de la propia Clara– y, por otro, la extraordinaria voz de la cantautora, que le da a la música una profundidad que deja sin palabras. En este último punto es preciso destacar, además, el también sobresaliente esfuerzo lírico, otro elemento que tiñe de una atmósfera íntima el sonido de la placa.
Es difícil elegir palabras que estén a la altura de un disco como este y que no parezcan sucios garabatos que quiebren su delicadeza y sensibilidad. Pero en suma, Visitors Are Allowed One Kiss constituye un álbum majestuoso que, imperturbable, ahonda en un viaje reflexivo y catártico sin igual, signo de una honestidad sin contemplaciones y un esfuerzo compositivo despampanante. Increíble.  -IMF

NEU! | 1975 | NEU! '75

Krautrock
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Michael Rother (guitarra, piano, voz, sintetizador y electronica), Klaus Dinger (guitarra, piano, voz, percusión y órgano), Thomas Dinger (batería), Hans Lampe (batería)
A fines de 1974 Michael Rother y Klaus Dinger ya no eran unos novatos. NEU! ya tenía a su haber dos discos imprescindibles (en el caso de Dinger se sumaba, además, su participación en el debut homónimo de Kraftwerk), tras lo cual el dúo se aventuró a tomar caminos divergentes por algunos años.
Rother huyó de la agitación de la vida urbana en Düsseldorf y se fue a vivir con Hans-Joachin Roedelius y Dieter Moebius (de Cluster) a una vieja casona rural. Con ellos formó Harmonia, cuyo debut, Musik von Harmonia, fue grabado durante el segundo semestre de 1973. El nuevo trío se caracterizaría por un sonido pastoril, sosegado y ensoñador, que le debía mucho al ambient de Cluster, pero sin dejar de lado la vocación melódica de Rother, que a su vez dejaría una huella en el dúo berlinés.
Por su parte, Klaus Dinger creó Dingerland, un sello musical a través del cual editó en 1973 el álbum debut de Lilac Angels, que él mismo había producido. Sin embargo, su emprendimiento resultó un desastre financiero, por lo que al poco tiempo –y ante la consternación de Dinger– Dingerland se vio obligado a cerrar. Tras ello, comenzaría a gestarse la idea de formar La Düsseldorf junto a su hermano Thomas y Hans Lampe, un técnico del estudio del legendario Conny Plank, quien había producido los dos primeros álbumes de NEU!.
Este era el contexto en el cual Michael Rother y Klaus Dinger volverían a reunirse: un Rother ensimismado en la apacible e introspectiva vida rural y un Dinger enrabiado con la industria musical y el elusivo éxito que tardaba en llegar. Y NEU! '75 sería precisamente el resultado de esa dicotomía. El dúo acordó dedicar una mitad del álbum a la visión de Rother, teñida de una búsqueda sonora más etérea y espiritual, y la otra a la visión de Dinger, efervescente de una energía a la vez creadora y destructiva, fruto de los altibajos que había tenido que enfrentar. El resultado de esta dinámica es uno de los discos más clásicos del krautrock, en que NEU! es capaz de reformular su sonido sin dejar atrás las lecciones aprendidas en NEU! y NEU! 2, pero a la vez introduciendo los nuevos lenguajes por los que abogaban, cada uno por su parte, Rother y Dinger.
"Isi" abre la primera mitad del álbum con la misma fórmula que "Hallogallo" y "Für Immer" habían aplicado en las placas que preceden a NEU! 75: un motorik hipnótico y dinámico, que esta vez, empero, aparece matizado por la mayor delicadeza sonora de la mano de Michael Rother. "Seeland" y "Leb' Wohl" llegan, entonces, para confirmar el nuevo espíritu, constituyendo, posiblemente, las dos canciones más hermosas y frágiles de la discografía de NEU!, con un cariz atmosférico y romántico à la Caspar David Friedrich, común en el trabajo solista de Rother. En contraste, "Hero" irrumpe sin contemplaciones en un proto-punk enérgico y a estas alturas ya legendario, con el sello innegable de un Klaus Dinger explosivo como de costumbre. En la misma línea le sigue "E-Musik", aunque con un sonido más cercano al habitual en NEU!, que da pie al cierre con "After Eight", que vuelve a embestir con un proto-punk electrizante y liberador. El broche de oro de una obra maestra innegable, de un álbum que cerraría la trilogía original de NEU! a la altura de sus esfuerzos previos y que garantarizaría la inmortalidad del dúo alemán, su vigencia hasta el día de hoy y una leyenda imborrable en la historia de la música. -IMF

Brant Bjork | 1999 | Jalamanta

Desert Rock
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Brant Bjork (voz, guitarra, bajo, percusión y batería), Mario Lalli (guitarra adicional, y voz en "Toot") y Gary Arce (guitarra adicional)
Considerando sus inicios en Kyuss y su ulterior participación en The Desert Sessions, Fu Manchu y Fatso Jetson, ya en 1999 en Brant Bjork se alzaba como uno de los personajes clave de la escena de Palm Desert y su nombre era –y sigue siendo– un sinónimo del stoner. Pero su membresía en otras bandas sería sólo un precedente de lo que se vendría: una carrera solista que le valdría un sitial propio en el género. Y Jalamanta no podía ser un mejor comienzo.
En la década de trayectoria que antecede a su debut solista, el trabajo de Bjork –concentrado primordialmente en la batería– se había caracterizado por una actitud punk en sincronía con sonoridades sabbáthicas e influencias psicodélicas. Pero en Jalamanta, junto con presentar su transición a otros instrumentos, el californiano  despojaría su sonido de todo exceso y lo dejaría reducido a su expresión más pura, a un estilo que evoca la vastedad y soledad del desierto y que se conjuga con una psicodelia sutil y en código propio. ¿El resultado? Uno de los álbumes más íntimos de la discografía de Brant Bjork, que sin dejar de lado momentos del rock distendido que también ha formado parte distintiva de su trabajo, se aventura en composiciones más tímidas e introvertidas, de espíritu vaporoso y cariz meditativo. Y en esta dicotomía –no siempre evidente– Bjork encontró el equilibrio perfecto, lo que convirtió a Jalamanta no sólo en una ópera prima envidiable, sino también en un clásico del género y en un álbum imprescindible para cualquier melómano subterráneo.  -IMF

Aidan Baker | 2015 | Ecliptic Plane

Drone | Ambient
Una de las desventajas de discografías tan vastas como la de Aidan Baker, es que álbumes como Ecliptic Plane pierden el impacto que con justa razón deberían tener. No es, en todo caso, que la obra del músico canadiense adolezca de falta de calidad; por el contrario, sus trabajos han estado siempre a la altura del talento que ha mostrado desde Element, su álbum debut, y gozan de una consistencia que, más allá de su eclecticismo, da cuenta de un sonido propio y característico. Pero aun en este fértil escenario Ecliptic Plane resalta.
Esta nueva placa vuelve al sonido más hermoso del trabajo de Baker, lo que refleja el regreso de la fórmula minimalista más clásica de su trayectoria: guitarra eléctrica y efectos. Con ello, el álbum marca el retorno a los paisajes sonoros ambientales y meditativos, a las pinceladas sutiles que construyen casi imperceptiblemente murallas sónicas etéreas y ensoñadoras, y a ese espíritu catártico que es uno de los sellos característicos de la mano de Aidan Baker.
Aunque ha habido varios lanzamientos destacados en el intertanto (se pueden mencionar, por ejemplo, Noise of Silence o Liminoid / Lifeforms, o sus imprescindibles discos con Caudal, además de varios con Nadja), sin duda alguna Ecliptic Plane es el mejor álbum de Baker desde The Sea Swells a Bit en 2006, un mérito que no es menor. Así, con su naturalidad, su ataraxia y su alma, constituye una placa que llegó en el momento preciso para celebrar la primera década de la excelente travesía musical del canadiense. Otro álbum perfecto. -IMF