El diAblo es un magnífico | 2013 | El diAblo es un magnífico

Experimental | Post-Rock
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Cristian Sánchez, Daniel Llermaly y Cristóbal Cornejo
Esta banda chilena lleva más de diez años en el ruedo, pero en su último disco se ha reinventado como nunca antes, dejando atrás un particular –pero más cerrado– post-rock/post-hardcore, para, en esta nueva entrega, aventurarse en un sonido más ecléctico, pero sin perder identidad y cohesión. Aunque este disco homónimo fue grabado el 2013 y editado en CDr/digipack en 2014, no es sino este año cuando Volante Discos lo lanza en formato casete.
Una de las razones naturales de la reinvención del sonido de diAblo –retomando ahora su nombre original, El diAblo es un magnífico, en referencia al mensaje satánico oculto en las cintas de Xuxa– es el cambio de alineación, que de ser un quinteto, derivó a un trío compuesto por Cristian Sánchez (miembro original), Daniel Llermaly (La Golden Acapulco) y el recientemente difunto Cristóbal Cornejo –está de más decir que esta revisión está dedicada a su memoria. Si bien en sus placas anteriores (Seiseiseis, Coma, La ruta nos aportó otro paso natural, etc.) diAblo siempre cultivó un post-rock de vena experimental, algo encasillable, pero no falto de identidad, en este disco vuelven, de algún modo, a sus raíces más caóticas (Proyecto Cajas), y entregan un sonido de influencias más variadas, lejos de ser encasillable en un género particular; más bien, la banda desarrolla un estilo propio que juega con diversas influencias y ánimos.
Así, todo parte con "Chamico (Nazi Folk Fuck Off)", tema de ritmos afro-latinos que de cierta forma revelan influencias de The Ex, pero sin caer en la imitación grosera. Este tema es, sin duda, lo más accesible del disco, que después deriva, sin perder melodía, a sonidos más minimalistas y de una notable dinámica natural. "Navidad y Matanza" (que también es el nombre del proyecto personal de Cristian Sánchez) es un preferido personal, pues con instrumentación de folclore nortino, entrega un melancólico híbrido folk-sónico, que de inmediato le da profundidad y emotividad al viaje, a la vez que sencillez y corazón (desde Julio que diAblo no componían algo que llegara a los huesos). El viaje sigue con "Asunción y Caída de las Ruinas Suspendidas", canción que empieza con un sonido emparentable a los trabajos anteriores de diAblo, pues al igual que “Chamico”, tiene elementos post-rock; sin embargo, con el paso de los minutos, explota en un rugido de guitarras distorsionadas, un riff sludge rodeado de guitarras más atmosféricas y jugueteos sónicos. "Polen", de ánimo mas apacible y luminoso, son cinco minutos de guitarras acústicas vestidas con electrónica espacial. Por su parte, "Chivito Negro de Cinco Patas" es una entrega energética, en la que unas baterías danzantes (de nuevo con una vena etno-punk à la The Ex) dan base a juguetones ruidos espaciales y contrastan con un bajo drone –algo de krautrock en la línea de NEU! también es referente, sin duda. Luego, de manera natural pero sorpresiva, el chivito de cinco patas se deja rastas y nos lleva a terrenos dub (estilo venerado por La Golden Acapulco), de donde –también de forma natural y sorpresiva– llegamos a una explosión hardcore, que desaparece en un drone ambiental. El último tema del disco, "Curanderos Filipinos", es un ameno e hipnótico respiro de poco más de un minuto, en el que un ritmo nortino (?) es bañado con grabaciones de campo y vientos exóticos (algo así como una zampoña).
Sin duda es mi álbum favorito de diAblo (con Proyecto Cajas), y de alguna manera uno de mis discos favoritos grabados en Chile, no sólo por la simpatía anímica que tengo con sus sonidos, sino también por las "decisiones" sónico-musicales a la vez jugadas y naturales que atraviesan esta placa y la convierten en una pieza única, con referentes vagos y estilo propio, lo que transmite honestidad y sencillez. -Michel Leroy

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