Electric Wizard | 2002 | Let Us Prey

Psychedelic | Stoner | Doom Metal
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Enlace | mp3 | 320 Kbps

Jus Oborn (guitarra y voz), Tim Bagshaw (bajo), Mark Greening (batería y piano) y Paul Sax (violín en "Night of the Shape")
En septiembre y octubre de 2001, Electric Wizard se enfrentó a un desafío no menor: grabar el sucesor de Dopethrone, para muchos, la obra maestra de la banda de Dorset y el álbum que, indudablemente, los consagró como "la banda más pesada de la historia". En efecto, Dopethrone marcó el hito de una fórmula que, en su transición desde el debut homónimo de la banda, había alcanzado su pináculo: un sonido en perfecto equilibrio entre psicodelia y densidad, y letras que rebosaban de misantropía y desprecio por un mundo miserable del que sólo cabe huir.
En este sentido, era ya evidente que no había más que hacer en ese mismo espectro, por lo que algo tendría que cambiar. Y aunque el cambio no es querido por los fanáticos conservadores y fundamentalistas, Electric Wizard osó dar ese paso al costado; ese "no" que se tradujo en un "a la mierda", en un giro en pos de mayor riesgo, en un sonido que ya no tenía que demostrar nada y que, experimental, emprendió el viaje a otra dimensión. Let Us Prey es eso: una declaración de principios, una aventura ya sin línea definitoria. Electric Wizard perdió fanáticos, pero en su liberación consiguió registrar uno de sus mejores discos. 
Como resulta palpable en su sonido, el cuarto largaduración de los ingleses convirtió la misantropía de antaño en esquizoide, la transformó en un estruendo furioso y, al mismo tiempo, en un despegue cósmico, en una alucinación desenfrenada, en una vociferación aletargada e incoherente de quien ya emprendió un viaje sin retorno. Y la sacudida fue tan fuerte que repercutió en los propios cimientos del entonces trío, como si no fuera posible tal ejercicio de descontrol sin perder los estribos del propio experimento. Tras una gira promocional por Norteamérica, Tim Bagshaw y Mark Greening dejarían la banda en 2003 y Electric Wizard emprendería nuevos rumbos, con Let Us Prey como testimonio indeleble de la vehemencia narcótica de esos últimos días. -IMF

Tiny Tim | 1968 | Tiny Tim's 2nd Album

Psychedelic | Baroque Pop
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Enlace | mp3 | 256 Kbps
Describir Tiny Tim's 2nd Album se hace difícil por la profunda carga emocional que trabajos como este generan inevitablemente con el pasar del tiempo y tras varias escuchas. Pero nunca será suficiente lo que se pueda agregar respecto de piezas de esta categoría.
Aunque cronológicamente podría catalogarse como pop psicodélico o barroco, no sería inadecuado agregarle al segundo álbum del neoyorquino –y a su obra en general– el calificativo de vaudeville, por su sonido bellísimamente añejado y por el hecho de que, como buen archivista, Tiny Tim re-versiona en él canciones de varias décadas de antigüedad, de tiempos en que el mundo aún albergaba algo del espíritu romántico del siglo XIX. En ese sentido, se trata de una placa que destaca por un sonido honesto y un espíritu que no evoca sino bondad y armonía, que terminan por constituir un álbum rico en su diversidad, con un repertorio que va desde baladas de la más pura melancolía hasta un rock & roll lúdico y animado, con un largo trecho recorrido entre ambos extremos –no sin una cuota de locura en medio de todo.
Tiny Tim's 2nd Album es un disco incapaz de aburrir, pero cuyo valor esencial, más allá de eso, reside en la interpretación Tiny Tim, tan genuina y sensible, que termina por atraer no ya en el territorio de lo meramente formal en términos musicales, sino en un plano emocional. Un trabajo hermosísimo y de una sinceridad, sencillamente, incomparable. -IMF

Iron Maiden | 1988 | Seventh Son of a Seventh Son

Heavy Metal
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Bruce Dickinson (voz), Dave Murray (guitarra), Adrian Smith (guitarra y sintetizador), Steve Harris (bajo y cuerdas), Nicko McBrain (batería)
Tras el excelente Somewhere in Time Iron Maiden de seguro se halló en una disyuntiva: ¿convenía volver a la fórmula que precedía a Somewhere in Time o, por el contrario, seguir en la senda que marcó este álbum, con la inclusión de sintetizadores y un sonido más atmosférico? Como quedó patente en Seventh Son of a Seventh Son, la banda optó por lo último. Y es una de esas decisiones aventuradas que marcaron la diferencia entre Maiden y toda una camada de bandas de su generación, a las que el miedo a arriesgar las relegó permanentemente a una segunda categoría. El quinteto londinense, por el contrario, persistió en el riesgo que significaba pulir su sonido y alejarlo del rock más pueril del resto de la NWOBHM, un giro que sin duda alejó a fanáticos de esa vieja escuela, pero que significó, a su vez, la trascendencia de la banda en el largo plazo.
Y el paso adelante no fue tímido. Seventh Son of a Seventh Son no sólo profundizó en la fórmula atmosférica y en el uso de sintetizadores, sino que además, de forma inédita en la carrera de la banda, incluyó arreglos orquestales –sintetizados, por cierto– y constituyó el primer (y único) álbum conceptual de Iron Maiden. ¿El resultado? La última obra maestra de los ingleses hasta Brave New World, en 2000; un álbum que simplemente no tiene puntos bajos y que, aunque fiel al espíritu tan propio de Iron Maiden, marca los primeros pasos de la banda en un heavy metal más poderoso y con ribetes progresivos, que curiosamente, sin embargo, es acompañado por algunos de los momentos de mayor sensibilidad melódica en la trayectoria de la doncella de hierro.
La vara era difícil de superar, y de ahí que no sea sorprendente que los liderados por Steve Harris hayan sucumbido a la tentación de hacerse las cosas más fáciles y volver al metal añejo en No Prayer for the Dying, un álbum que lamentablemente adolecería de una calidad notoriamente menor, confirmando que el riesgo le había hecho bien a la banda en los años anteriores. Por fortuna, el nivel de sus años de gloria volvería con el nuevo milenio. Pero eso es cuento aparte. -IMF

Uma Totoro | 2014 | Energía Solar Para Tortugas Gigantes

Experimental | Post-Rock
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El debut homónimo de Uma Totoro tenía un carácter exploratorio palpable que ya en Aparatos que median entre la realidad y el hombre, su segundo álbum, se manifestaba en un sonido muy propio, un post-rock experimental dinámico y, aun con toques electrónicos, orgánico. En esa cronología, Energía solar para tortugas gigantes es posiblemente el punto más alto en lo que va la discografía del dúo porteño, primordialmente por la linda dicotomía que encierra: la confirmación de ese sonido característico –ciertamente con una mayor madurez– y, al mismo tiempo, un eclecticismo que marca una especie de regreso al espíritu más aventurero de Uma Totoro.
Así, por ejemplo, además de canciones más tradicionales (dentro del estilo de la banda) como "El Jirafonde" o "Al calor de las máquinas", nos encontramos con "Lobotomóvil", que podría ser un interludio en un disco reciente de Tangerine Dream, "Incidente en Roswell", que suena a experimento electrónico de Radiohead, o la canción que cierra el álbum, "Costa de Marfil", de sonido casi industrial. En ese contexto, no es sorpresa que el dúo también se haya atrevido a incorporar instrumentos acústicos en su música, como en "Bombyx Mori" o "El Sol rebota en los peces", que funcionan muy bien dentro de la fórmula de Uma Totoro.
En suma, sin sacrificar identidad, la banda logró que Energía solar para tortugas gigantes fuera un álbum dinámico y de sonido muy fresco, y que lejos de regocijarse en la comodidad de lo ya conseguido en sus predecesores, lanzó a Uma Totoro de vuelta a la travesía, a esa búsqueda sonora que parece no llevarlos nunca a mal puerto. -IMF

The Stooges | 1973 | Raw Power

Garage Rock | Proto-Punk
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Iggy Pop (voz), James Williamson (guitarra), Ron Asheton (bajo y voz de fondo), Scott Asheton (batería) y David Bowie (piano y percusión)
Fun House fue el primer disco de The Stooges que escuché, y le siguió el debut homónimo de la banda. Los dos primeros álbumes del cuarteto me volaron la cabeza, cada uno desde su flanco particular. Sin duda tenía que escuchar el legendario Raw Power.
Sin embargo, no fue lo que esperaba. No lo entendí. Creí que estaba escuchando una versión fallada. ¿Cómo iba a sonar tan mal? Pero le di más oportunidades, aunque seguía sin entender. Hasta que sucedió: de a poco empecé a recordar las canciones. Y empecé a necesitar escucharlas de nuevo, hasta que de pronto ya me sabía todo el disco de memoria. No me aburría de escucharlo una y otra vez. Lo entendí.
Raw Power es, indudablemente, el punto más alto de la discografía de The Stooges, incluso dentro de su trilogía original. La efervescencia desbordante, el ímpetu incontrolable de la banda ya estaba teniendo consecuencias: el bajista David Alexander había sido despedido por su alcoholismo, Iggy Pop lidiaba con su adicción a la heroína y la estabilidad de la banda pendía de un hilo. En medio de la turbulencia de los excesos, el cuarteto ahora conformado por Iggy Pop, el recién ingresado James Williamson, y los hermanos Ron y Scott Asheton logró de alguna manera centrarse en un proceso creativo de la mano de David Bowie en la producción. El resultado fue Raw Power, fiel reflejo de esa impudicia callejera, ese descontrol liberador y desenfreno temerario en que se sumían los oriundos de Ann Arbor.
El álbum tiene un sonido sucio, mugriento, bruto, sin contemplaciones por el cuidado; y es precisamente eso lo que permite plasmar sin filtro ese espíritu sin igual de los Stooges, ese sonido que la banda construye como si no hubiera mañana, como si la vida se jugara en esa música. Un Iggy Pop sencillamente poseído (es fácil no reconocerlo en una primera escucha) se apoya en una instrumentación tan sólida como en los álbumes previos, pero en que se hace evidente la incorporación de Williamson en la guitarra y el paso de Ron Asheton al bajo, lo que le dio al sonido de la banda un giro quizá menos psicodélico, pero no menos poderoso, sobre todo si se agrega a la receta la batería de Scott Asheton, que –aunque baja en la mezcla– le da una intensidad descollante a Raw Power.
Y cuando se pone todo –sangre, sudor y lágrimas– en la música y se tiene, además, el talento incomparable que el cuarteto ya había manifestado en The Stooges y Fun House, el resultado no puede ser sino una obra maestra. Raw Power no tiene puntos bajos y sólo crece con cada escucha. Y sin duda alguna, es a la vez imagen de una energía creativa voluptuosa y arrebatada, y de una destemplanza, una vehemencia rabiosa que, tristemente, no terminó bien en su frenesí. The Stooges se disolvieron, dejando atrás tres piezas claves de la historia del rock. -IMF